10/1/14

Hacer una vida de cuento...ó hacer un cuento de la vida

La vida no es como en los cuentos.
Afortunadamente.
Imaginaos lo que sería tener que enfrentarse a un lobo cada vez que vamos a casa de la "abu", o vivir escondiéndonos de la novia de papá, que pretende envenenarnos, ó que nos trata como a un/a sirviente...
Sin embargo, qué tendrán esas historias, que nos encantan a tod@s y nos ayudan a comprender y aceptar la realidad, pareciéndonos a través de ell@s un poco más amable.
¿Quién no ha soñado con ser el protagonista de uno de ellos... ó de todos? Y, ¿Por qué no hacer ese sueño realidad? 




Cuando mi hija de apenas dos años empezaba a tener experiencias fuera de "mi control", en las que yo no podía hacer de mediadora entre ella y la realidad por no estar presente (guardería, casa de abuel@s, otr@s cuidadores/as, etc), me preocupaba que en su propia interpretación de la vivencia careciese de recursos que le ayudasen a integrarla como algo positivo y con sentido. Sólo se me ocurría que en el momento de ir a dormir, podíamos hablar sobre ello, y yo le aconsejaría...Pero era demasiado pequeña para expresar sus miedos con claridad.
Tuve entonces la suerte de topar con el blog de Pedro Pablo Sacristán (encontraréis el link en este blog: "Cuentos para educar" ). En él ofrece algunos consejos para personalizar cuentos que eduquen en valores. Y los puse en práctica.
Mi experiencia ha sido muy positiva. Aún hoy (Carmen tiene ya seis años y medio) la sigo aplicando, y son los cuentos que más le gustan. Os explico cómo hacerlo:

Cuando llegue contando que ha tenido un problema, ha vivido una situación injusta, ha llorado en el cole, ó bien nosotr@s mism@s observemos que algo le genera cierta ansiedad ó temor,será día de "cuento inventado". En nuestro caso, la rutina para dormir consiste en: Cuento con la luz encendida (leemos un cuento físico, con sus dibujos), cuento con la luz apagada (sólo verbal) y, en caso necesario, canción. El cuento con la luz apagada es el que nos permite mayor flexibilidad en el contenido que transmitimos y el que, además, más estimula la imaginación de l@s peques.

Pues bien, siguiendo los consejos de Sacristán, le pedía que eligiera ella los personajes que quería que salieran en el cuento. Solía elegirse a ella misma, por supuesto, a algunas personas del entorno que en aquél momento eran más significativas para ella, y algunos de sus personajes favoritos de cuentos ó dibujos animados.
Entonces empezaba el cuento.
(Por favor, absteneos de pensar siquiera: "Yo no puedo hacer eso: No tengo imaginación". Cada vez que oigo a un adulto decir eso, se me cae el alma a los pies. Es el estigma que nos ha dejado tantos años de educación "copista". Pero la creatividad, aunque oculta, sigue ahí. )
1) Generar el entorno, (Bonito, atractivo, con elementos favoritos del/la niñ@: (Un bosque, un circo, una fiesta de disfraces, una excursión...);
2) Desarrollar el problema (similar ó idéntico al suyo). No olvidemos adornar con algo de magia todo lo que sucede en el cuento. L@s propi@s niñ@s pueden aportarnos montones de ideas, les resulta más fácil pensar "en mágico" que "en realista".
Y luego,
4) El desenlace. Se trata de resolver el problema, ó no hacerlo, pero permitir que el protagonista del cuento lo asuma como algo necesario y no aversivo. Esto es a veces mucho más sencillo de lo que parece, puesto que el prisma con el que miramos las situaciones es lo que las convierte en algo problemático, y no la situación en sí. Es muy importante que l@s niñ@s aprendan esto cuanto antes mejor: Si le damos la vuelta a un problema, deja de serlo. Esto les ayudará a afrontar la vida con positividad y optimismo, y a llevar menos cargada  su "mochila emocional".

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