5/3/14

De dentro a fuera: Construyendo felicidad con el contrato de convivencia

         Hoy hablamos de una herramienta de trabajo para mejorar las relaciones interpersonales: El contrato de conviencia. Pero como suena a "documento", y eso es algo que no asociamos a ser felices, si no a tener trabajo que hacer y nos puede dar bastante pereza llevarlo a cabo, e incluso terminar de leer el post, seguidme l@s buen@s: Os invito a adentraros en vuestros sentimientos y empezar a fabricar felicidad desde dentro.
      Aprenderemos a emancipar nuestras emociones, a hacerlas independientes de los actos de l@s demás, responsabilizándonos de nuestro bienestar y adquiriendo un compromiso para mantenerlo,  favoreciendo así nuestro crecimiento personal.

        Uno de nuestros mayores obstáculos para conseguir sentirnos felices de una vez por todas es el hábito involuntario (o no) de "echar balones fuera", es decir, responsabilizar a l@s demás de las causas de nuestra insatisfacción: porque "no me trata como creo que merezco", "no me esucha", "me ofende", "su forma de actuar me hace daño",  "no se despidió",  "me ha mentido" y un largo etcétera. L@s niñ@s no son una excepción, y si les preguntamos las causas de sus problemas, no tardan en señalar con el dedo a cualquiera de sus compañer@s/amig@s y/o a tod@s ell@s como "culpable" de todo su mal.

          Lo primero que tenemos que entender es que la culpa "no existe". Es decir, es un constructo inventado por los adoctrinadores de la moral, cuya única finalidad es buscar una "expiación", un castigo. O sea, que para resolver un conflicto es completamente inútil. De hecho, lo único que pretendemos cuando culpabilizamos a alguien, es "que pague el daño", eximiéndonos así de toda responsabilidad y posicionándonos como víctimas ó defensores/as; lo cuál le encanta a nuestro ego, pero en absoluto nos ayudará a ser más felices, mientras en el mundo siga habiendo personas que se comporten de forma distinta a como nosotr@s esperamos. Y seguirá habiéndolas, lo garantizo.

        Si realmente lo que buscamos es mejorar la convivencia y evitar situaciones conflictivas, deberemos tener en mente que en nuestras manos está, como mínimo, parte de la solución a nuestros problemas, y que debemos estar dispuest@s a modificar, al menos, la percepción que tenemos de los mismos, cuando no la propia conducta que emitimos ante ellos. "Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo." Decía Albert Einstein.

        Otra cosa que es importante señalar es que el código de conductas aceptadas como "buenas" ó "malas", tampoco nos va a facilitar la convivencia, porque la idiosincrasia es fundamental para justificar/explicar una conducta, por lo tanto el concepto "portarse bien/mal" es contextual. Por ello, hablaremos de sentimientos, sensaciones, emociones y de evitar todo lo que pueda vulnerarlos, desarrollando la empatía, no desde una normativa impuesta y ajena, si no desde la comprensión de que lo que yo hago puede estar perjudicando el equilibrio de mi entorno, y, por tanto, es perjudicial para tod@s.

       El objetivo final será mejorar la comunicación y la empatía en nuestras relaciones, ya que la falta de ellas es la verdadera causante de una gran cantidad de problemas interspersonales.




Pasos para elaborar un contrato de convivencia ó "Cómo fabricar mi propia felicidad"

  Un contrato de convivencia puede ayudar a mejorar las relaciones humanas de cualquier tipo: de pareja, padres e hijos, compañer@s de clase, maestr@ - alumn@s, amig@s, y en todos los casos las partes firmantes deben ser protagonistas de su elaboración y cumplimiento:
 
 1. Todas las partes implicadas deben participar.
                Para que tenga sentido y una solución realmente eficaz, es importante que las personas que lo van a acatar sean artífices del mismo y lo configuren en función a sus propios valores, teniendo en cuenta sus demandas y limitaciones. Una vez reunidas todas las partes, puede comenzar el proceso.
  2. Exponer los problemas de convivencia, ponerlo todo sobre la mesa.
               Cuando se hace necesario establecer un contrato de convivencia, es porque ya ha habido conflictos que no se han podido resolver de forma satisfactoria, así que es necesario que hablemos de todo aquello que nos molesta ó hace sentir mal, siendo sincer@s sin ser ofensiv@s. Para ello, es fundamental:
3. No culpar, sí corresponsabilizar.
               A la hora de hacer nuestra exposición, hablemos desde el amor y la confianza: Estamos tod@s en el mismo barco, no se trata de juzgar la conducta de nadie, si no de buscar un equilibrio común. Puede ayudar bastante el hecho de reconocer puntos débiles propios, y así llegar a un punto en el que las partes estén de acuerdo y poder establecer las pautas de conducta facilitadora de la convivencia.
4. Establecer pautas: "Trate a l@s demás como quiere ser tratado".
             Partiendo de ese sencillo principio, será más fácil tanto expresar lo que no nos gusta, como empatizar con lo que desagrada a l@s otr@s. Procuraremos establecer unas pautas básicas, expresándolas de una forma positiva y no prohibitiva:
Es decir, en lugar de decir "Me comprometo a No pegar" conducta que por mal vista se sobreentiende como no deseable y evitaremos reconocer que la hemos hecho intencionadamente, sería más acertado "Me comprometo a respetar el bienestar de l@s demás, evitando hacerles daño". Así, independientemente de que haya sido intencionado ó no, lo que tengo que mejorar es "el daño que he hecho" y no lo "pegón" que soy, por lo cuál me resultará más fácil reconocer y enmendar mi "falta" de convivencia.

6. Redactar los compromisos y firmarlos.
    Resultará más sencillo agruparlos en categorías: como, RESPETO, AYUDA, MEJORA,...ó PERSONAS, ANIMALES, PLANTAS; ENTORNO....ó las que se nos ocurran.
  
      
    

 

2 comentarios:

  1. Ana, genial este artículo. Me encantaría poder aplicarlo a mi entorno familiar, pero ¿cómo le hago entender a mi hijo, muy dado él a no cumplir sus promesas, la importancia del compromiso y la palabra dada?
    Un saludo!!

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  2. Hola, disculpa la tardanza. Abandoné el blog por "no poder atender", como rezan los cateles de algunos establecimientos, y lo retomo más de un año después, y ahora lo he visto. Tengo una hija de 7 años, y tengo también ese problema: Nos cuesta cumplir los compromisos. Pero he de reconocer que soy perfectamente consciente de que a mí es a la primera que me cuesta velar porque se cumplan. La forma más conocida de lograr esto es un contrato por escrito, y procurar siempre tenerlo presente. Es también lo más difícil.Y más en el ámbito doméstico, donde estamos más relajados, y no nos gusta actuar de "policía" con nuestros hijos. Si por una de ambas partes no se cumple, se procederá a actuar en base a lo acordado en el contrato. Las CONSECUENCIAS deben ser inmediatas, y no "regatear" premios ni castigos. Si nosotros cumplimos fielmente lo acordado, ell@s, que son magnífic@s imitadores/as, pronto nos estarán recordando nuestros propios compromisos. Espero, que, aunque un año después, te llegue. Y sirva de algo. Gracias por escribir.

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